PRÓLOGO
Durante el año 2001, la Argentina sufrió una terrible crisis económica. Después de una larga recesión, (con desocupación, despidos y suspensiones, cierres y quiebras de empresas, etc.) la crisis culminó con un corralito financiero, la caída del gobierno, manifestaciones, estado de sitio y muertos. La crisis afectó a todos los habitantes del país, en mayor o menor medida, y la pesificación obligatoria hizo perder el valor de sus ahorros —de la noche a la mañana— a una enorme cantidad de gente.
Fue penoso, y todos los argentinos padecieron sus efectos, aunque no todos de la misma manera...
Eso pude comprobar varios años más tarde, cuando conocí en un Centro de Yoga a una señora —la directora del Centro—, para quien la crisis, después de perjudicarla como a todos, se había convertido en su oportunidad.
Esta señora me pareció desde el principio una mujer notable, de profunda espiritualidad y gran sabiduría. Y lo que más me sorprendió de ella, a medida que la iba conociendo, fue su sencillez, su transparencia, su compromiso y su coherencia.
Y ella me contó una curiosa historia: ciertos acontecimientos vividos durante el verano que siguió a la crisis, los cuales habían transformado su vida.
La historia me atrapó y le pedí permiso para convertirla en una novela, con la promesa de respetar la intimidad de los protagonistas. Hubo cambios con ese fin: los lugares, los nombres, las edades, las profesiones… Y como en toda novela, hubo imaginación.
Pero en lo importante la historia es la misma. Lo que significó para sus protagonistas, lo que vivieron y sintieron, el desenlace: todo eso permaneció igual.
Permaneció la esencia… Y ésta es una historia real.
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